Soy como un metal, que ha sido arrojado al fuego. Ardo en ese infierno de calor que me duele, me confunde y enloquece. Ardo en mi tristeza y crepito en la furia, agonía de mi negación. Me quedo derretida, hecha líquido, fundida hasta las entrañas y permanezco quieta, como si inmóvil encontrará menos dolor, pero sigo sufriendo, padeciendo, relamiendo mis heridas. Nunca seré la misma. Todo mi ser esta en pedazos, cuando el fuego se enfría y las llamas son menos intensas, entonces admiro esas partes mías distribuidas ante mi vista. Comienzo a unirlas a mi gusto, en ese instante todo parece incierto, no hay estabilidad, mi alma tiembla y se convierte en una forma grotesca, abstracta, amorfa. Pero es justo ahí que comienza a tener sentido, ahora soy diferente, nadie es como yo, soy hermosa e imperfecta, soy brillante en mis penumbras, soy calma en mi desastre. Es bello lo que veo, la tormenta no ha pasado, pero ya puedo ver a través de ella, me convertí en la reina de la lluvia, ahora me r