Resiliente

Soy como un metal, que ha sido arrojado al fuego. 
Ardo en ese infierno de calor que me duele, me confunde y enloquece.
Ardo en mi tristeza y crepito en la furia, agonía de mi negación.
Me quedo derretida, hecha líquido, fundida hasta las entrañas y permanezco quieta, como si inmóvil encontrará menos dolor, pero sigo sufriendo, padeciendo, relamiendo mis heridas. Nunca seré la misma.
Todo mi ser esta en pedazos, cuando el fuego se enfría y las llamas son menos intensas, entonces admiro esas partes mías distribuidas ante mi vista. Comienzo a unirlas a mi gusto, en ese instante todo parece incierto, no hay estabilidad, mi alma tiembla y se convierte en una forma grotesca, abstracta, amorfa. Pero es justo ahí que comienza a tener sentido, ahora soy diferente, nadie es como yo, soy hermosa e imperfecta, soy brillante en mis penumbras, soy calma en mi desastre. Es bello lo que veo, la tormenta no ha pasado, pero ya puedo ver a través de ella, me convertí en la reina de la lluvia, ahora me refrescó con mis lágrimas.
Puedo ver hacía el futuro, pero me quedo en el presente. El pretérito ya no importa porque es irremediable. A pesar de las tragedias y del dolor me siento fuerte, como un joven tilo cuyas raíces están bien enterradas en el suelo fértil. Pasaran vientos y huracanes, la primavera le dará color y frutos, el verano traerá vitalidad y oro, pero nada dorado permanecerá, el otoño le arrancará las hojas, pero al igual que ese tilo seguiré de pie y entonces llegará el invierno, y en su frío blanco conservaré la paz,  volveré a este pensamiento, recordando tus ojos tan azules como el mar.

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